EL OTOÑO SE DEJA SENTIR

Durante la pasada noche del viernes al sábado, ya se han dejado sentir los efectos de la propia naturaleza otoñal. Lluvias debiles y moderadas a ratos, acompañadas de ráfagas de viento del suroeste, empaparon toda la geografía graciosera, después de haber caído copiosamente en las islas occidentales y en la Gran Canaria.
Las temperaturas, aunque siempre primaverales, han bajado unos grados, y hoy sábado se mantendrán en torno a los 24 grados.

EL OTOÑO EN MI TIERRA
Jesus Manuel Páez
Escrito en 1.999

Todo lo vuelve distinto, auténticamente diferente.
El poniente, allá donde el Atlántico es más océano, nos
regala con viento húmedo y fresco; lluvia, todo cuanto
significa placer y novedad para nosotros, gente de sed.
Con su arribada marcha el barullo, el irrespirable polvo
en suspensión. La atmósfera se transparenta, los islotes
y el risco se muestran nítidos, casi al alcance de la mano.
Nuestros ánimos se apaciguan y sobra tiempo para
recordar lo vivido durante los largos días del Verano que
ahora se ha tomado un respiro, pero no nos confiemos,
volverá con su calígula implacable.
El Otoño en mi tierra, tiempo para charlar en la taberna
del puerto, mientras el viejo con la cachimba y sus
callosas manos al socaire de los bolsillos de mahon
recién lavado, asoma la cabeza por la ventana. Escruta
el cielo, intentando no perder ese ancestral control visual
que los viejos marinos ejercen sobre marungones y
celajes. Ese antiguo pretexto, el de asomarse por la
ventana para volver de nuevo a la barra y "échame otro",
hasta que la mente vuele ingrávida retrocediendo a los
recuerdos, que ahora son parte de su vida.
Hablaremos de nuevo sobre nuestro eterno temor al
furioso y polvoriento siroco, que en realidad no es otra
cosa que la señal con que el continente nos hace poner
los pies en la geografía real, recordándonos que nos
hallamos a su merced por más que intentemos eludirlo.
En el Otoño de mi tierra no hay hojas caídas, pero tal vez
tienda su inusual y perecedero manto verde,
asemejándose un poquito con ese lejano pais que un dia
me describiera la rolliza pecosa en una cálida noche del
Agosto que se fue.
Ahora el vino emborracha menos y sabe mejor. Los
helechos del patio blanco frondosearán con renovado
verdor. Los amigos del Otoño anterior volveremos a
serlo, aún más. La isla se encontrará a si misma y una
nueva estación de nuestras vidas comienza a ser vivida,
y algún día recordada.
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