EL "ISLA GRACIOSA" CUMPLE 80 AÑOS


EL DÍA QUE EL ISLA GRACIOSA AVASALLÓ AL PORTEÑO

El Porteño era un magnífico bote, veterano y marinero, con un grandioso historial. Una hoja de servicios inmejorable. Todo estaba preparado para zanjar las discusiones enfrentando las dos modalidades de vela latina existentes en Canarias. La original regata pretendía dejar sentada la supremacía en el apasionado mundo de la vela latina. Jorge Toledo Betancort había aceptado el desafío.
 
El Isla Graciosa era propiedad de su padre, pero se había decidido que lo él patronearía. Sacó el barquillo del almacén donde se guardaba y se aprestó a repararlo, pintarlo y ponerlo a punto. Siete hombres compondrían la tripulación, incluyendo al propio Jorge, e irían ataviados con ropas gracioseras, de mahón azul, y tocados con el típico sombrero graciosero. El barquillo iría pintado de negro con una franja blanca. 
 
En su recorrido diario por los altares de Arrecife en busca de noticias para su Antena, cuenta Guillermo Topham Guito que se encontró a Jorge Toledo tomando un refresco en la cafetería Brasilia y le pidió un augurio. “Resulta difícil el pronóstico, porque son embarcaciones de características completamente diferentes. Pero yo creo que con viento y mar, no dejaremos escapar el triunfo”. La respuesta del patrón del Isla Graciosa no dejó lugar a la duda. Y Guito lo publicó.
 
¿El Isla Graciosa? ¡Eso  nada, una tortuga!, llegó a decir alguno
¡Para qué fue aquello! La noticia voló a Las Palmas de Gran Canaria. La afición canariona tomó posiciones: la tripulación del Isla Graciosa era bastante optimista y aseguraba que ganaría al Porteño, sobre todo con mar y viento. Opinión que respetamos pero que no compartimos, decían, dando por descontada una fácil victoria del Porteño, a la vez que arremetían contra el exceso de tranquilidad y confianza que detectaban en Jorge Toledo. ¿El Isla Graciosa? ¡Eso  nada, una tortuga!, llegó a decir alguno.
 
Hombre modesto, sencillo y prudente, Jorge no iba de farol. Conocía a su barquillo y a sus tripulantes, expertos marineros todos, pero también sabía los puntos débiles de la vela latina grancanaria, ya que había presenciado muchas pegas. Su confianza en la victoria era total y, al final, miles de espectadores asistieron a la pega. El Isla Graciosa sacó una ventaja de 1 minuto y 29 segundos a su rival: un triunfo apoteósico. El mensaje posterior llegó nítido: queremos el desquite urgentemente. Y se produjo en aguas lanzaroteñas un año después, en 1963. El Isla Graciosa volvió a ganar. ¡Cuánta bobería desapareció de repente!